viernes, 4 de noviembre de 2011

Cuento "El hechizo"



Elena tenía doce años. Era redonda, con ojos grandes y su cara estaba repleta de pecas.

No sabía qué era tirar la basura en su lugar. Su madre nunca se ocupó en enseñarle la importancia de cuidar el medio ambiente, ni le molestaba mucho los hábitos de su hija.
Un día de marzo, los maestros de la escuela de Elena organizaron un viaje al volcán Irazú.
Elena se emocionó. La última vez que había visitado aquel lugar fue cuando tenía tres años de edad.
Al llegar a casa, escribió una lista de la comida que quería llevar. Chicharritos, Tronaditas y gaseosas.
Lo que la niña no sabía, es que una bruja la hechizaría.
Elena no creía en cuentos de hadas, siempre pensó que eran puras tonterías que sus abuelos les contaban a los niños para asustarlos.
De haberlo creído, Elena no sufriría grandes consecuencias. El hechizo era terrible.
La bruja de Irazú sólo hechizaba a los que ensuciaban su parque.
Llegó el gran día. Los niños llevaban emparedados de atún y huevos duros. Elena empezó a comer en el autobús y como de costumbre, dejó tirado el envoltorio de su merienda. “Elena me hace el favor de dejar su asiento limpio y recoger la basura que dejó tirada, por favor” le reclamó la maestra Luisa.
El día estaba un poco nublado; con este frío, todos los niños se fueron a comprar un chocolate caliente en la pequeña soda del lugar.
Elena, prefiriendo su gaseosa, se fue a recorrer el lugar por sí misma. Al terminar su refresco, tiró la botella y ésta rodó hasta quedar entre unas rocas. De repente, no pudo caminar más. Sus piernas habían desaparecido; y al querer gritar por ayuda, se encontró con la desagradable sorpresa de que ya no tenía boca. La bruja la había transformado en botella.
Esa tarde, la madre de Elena recibió la peor noticia de su vida. Su hija había desaparecido y los rescatistas sólo habían logrado encontrar su mochila.
La bruja del Irazú no era mala. Sólo quería que los niños aprendieran una lección.
La única salvación de la niña era que alguien recogiera la botella y la colocara en el basurero. De esta manera, Elena podría volver a convertirse en niña.

La botella permanece entre las rocas y su madre, sigue derramando lágrimas por ella.